lunes, 31 de diciembre de 2007

La princesa y el dragón

Había una vez, una princesa muuy guapa, muuy guapa y un malvado dragón que en cuanto la vió se dijo: esta princesa me gusta, me la llevaré a mi castillo y me la comeré para cenar. Y el dragón cogió a la princesa con sus garras y se la llevó volando, volando... y la encerró en lo más alto de la torre.
La princesa lloraba mucho.
- No quiero ser la cena del dragón- decía. ¡Príncipe, ven a salvarme!
Y el príncipe, al oir que la princesa lo llamaba, montó en su caballo y corrió veloz al castillo.
Pero el dragón, que volaba alrdedor de la torre, pues no quería que la princesa escapara; cuando vio llegar al príncipe, empezó a echar fuego por la boca. El príncipe esquivaba las llamaradas, y en el momento en que el dragón dejó de echar fuego por la boca, el príncipe saca su espada y ¡Zas!, se la clava en el estómago y el dragón se muere.
El príncipe sube a la torre, a rescatar a la princesa, pero la puerta está cerrada con llave.
-La llave la tiene el dragón- dice la princesa. Búscala.
Y el príncipe se acerca al dragón con mucho cuidado, y empieza a buscar. Al final, encuentra un pequeño bolsillo cerca del corazón del dragón y dentro estaba la llave.
Muy contento, el príncipe le abre la puerta a la princesa y ella al verse libre por fin, abraza al príncipe y dándole un beso le dice: contigo me casaré y muy felices seremos.

Y colorín, colorado este cuento se ha acabado.

sábado, 29 de diciembre de 2007

La familia O´Clock

La familia O´Clock, vivía feliz en casa del relojero del pueblo.
Papá O´Clock era un reloj de pared grande, de color caoba y forma ovalada. Mamá O´Clock un precioso reloj dorado de mesa, con forma de arpa; y O´Clock hijo un pequeño despertador azul, con las manecillas de color amarillo.
Los días transcurrían de manera apacible y monótona, según O´Clock hijo que se aburría de llevar una vida tan tranquila.
Cada hora, siempre puntual, Papá O´Clock hacía sonar un Dong, Dong... grave y profundo, seguido del Diiiing, Diiing... de mamá O´Clock . Así todos los días.
A O´Clock hijo, también le habría gustado participar de este dueto musical, pero como era un despertador, sólo sonaba por las mañanas, cuando el relojero lo limpiaba y le daba cuerda. Eso sí, su Riiing chillón se oía por toda la casa.
-Ya se ha despertado nuestro pequeñín- decía mamá O´Clock, sonriendo.
-Será un gran despertador- contestaba papá O´Clock orgulloso.

Ya hemos dicho que O´Clock hijo se aburría mucho, quería ver mundo, vivir aventuras, sus papás no lo entendían.
-Aquí estás bien, el relojero nos cuida. Se preocupa de darnos cuerda todos los días y de que el polvo no se acumule sobre nosotros. ¿Qué más quieres?
-Quiero cambiar- les contestaba. La relojería ya me la sé de memoria. Quiero visitar otras casas.

Un día, un comprador que visitaba la relojería se fijó en él.
-Este despertador es perfecto para mi hijo, lo compro.
-No está en venta- le contestó el relojero. Le enseñaré otros despertadores que sí lo están.
Pero O´Clock hijo, que vio en el comprador su oportunidad para visitar otras casas, saltó al bolsillo de su abrigo y se marchó con él.

Los primeros días se lo pasó muy bien. El comprador tenía un niño pequeño, muy travieso, al que le gustó mucho O´Clock hijo porque era un "juguete nuevo" muy divertido. Lo llevaba por toda la casa, haciéndolo sonar continuamente, para desespero de sus padres.

Pero luego, cuando se cansó de él, O´Clock hijo empezó a llenarse de polvo en la estantería donde le había dejado el niño. Ya no sonaba porque nadie se acordaba de darle cuerda, y empezó a pensar que sus papás tenían mucha razón cuando le decían que en casa del relojero era donde mejor estaba.

Todos los años, por Navidad, el comprador y su mujer cogían todos los juguetes que su hijo ya no quería y los llevaban al rastrillo benéfico. Entre esos juguetes estaba O´Clock hijo.
Y en el rastrillo fue donde lo encontró el relojero. Que muy contento se lo llevó a la relojería.
-¡Qué contentos se pondrán tus padres cuando te vean!, estaban muy preocupados, ¿sabes?. Además, te espera una sorpresa.
- Un buen castigo por haberme escapado, ésa será la sorpresa que me espera cuando lleguemos- pensó O´Clock hijo.

Pero se equivocaba. La sorpresa era un pequeño despertador como él, pero de color rojo, con las manecillas azules. Una hermanita, O´Clock hija.

O´Clock hijo ya no se aburría. Ahora tenía alguien con quien jugar y competir a ver cuál de los dos sonaba más fuerte. Para orgullo de sus padres y desesperación del relojero, que tuvo que comprarse unos tapones para los oídos.

FIN

martes, 11 de diciembre de 2007

Amigos

-Niños, ¡niños!
Todos callaron al instante al oir la voz de la maestra. Todos menos Daniel, que siguió hablando.
-¡Daniel! ¿quieres empezar la semana castigado?
-Sí, señorita.
-Muy bien, hoy te quedarás sin recreo.

Daniel tenía 8 años, era el mayor de la clase ; travieso y desobediente. Era un niño un poco rebelde. Las chicas temían sus burlas, pero los chicos le adoraban, todos querían ser amigos suyos.

-Quiero presentaros a una nueva compañera- dijo la maestra.- Se llama Elena. Démosle un aplauso de bienvenida. Todos aplaudieron excepto Daniel.

Elena era una niña menudita y tímida; el blanco perfecto para las bromas de Daniel.
A Elena cada día le desaparecía algo: una goma, el lápiz, el libro de matemáticas...
Aunque sabía que Daniel era el culpable de todas estas desapariciones, pues lo veía cuchichear y reirse con sus amigos, no le decía nada a la señorita.
Se acercaba a la jaula del periquito que había en clase y luego iba al sitio exacto dónde Daniel había escondido sus cosas. Un tanto enfadada, eso sí.

El día que Elena se fue al lavabo de los chicos a buscar su bolsa de aseo, Daniel, muy enfadado porque sus bromas no tenían el efecto deseado, le preguntó: ¿quién te dice donde escondo tus cosas? Es Carlos, ¿verdad?
-No, no es ninguno de tus amigos. Me lo dice Paquito.
-¿Paquito?
-Sí, el periquito, se llama Paquito. Como no tenía nombre le he puesto como a mi abuelo, contesta Elena.
-Los pájaros no hablan.
-Conmigo, sí. Yo puedo hablar con los pájaros. Es un don que tengo. Ya de pequeña me dí cuenta de que entendía lo que decían.
-Eres una mentirosa, contesta Daniel. Ya averiguaré quien es el chivato. ¡Se va a enterar!

La semana siguiente , toda la clase salió de excursión al monte. Tenían que recoger plantas para el herbolario de la escuela.
Estaban todos muy ilusionados, porque ese día no tendrían que estudiar.
- A ver, niños. Poneos por parejas. Daniel, tú irás con Elena. Como es una niña muy responsable, no se dejará embaucar con tus tonterías. Recordad: no os separeis, no os alejeis demasiado y si teneis algún problema tocad el pito. ¿Lo habeis entendido?
- Sí señorita.

En cuanto perdieron de vista a la profesora, Daniel se soltó de la mano de Elena.
-Recoge tú las plantas, yo me voy a buscar renacuajos.
-Pero Daniel, si no hay charcas por aquí cerca.
-¿Y tú qué sabes?. Ya, te lo han dicho tus amigos los pájaros, ¿verdad?- se burló Quique. Ni se te ocurra decirle a la señorita que me he ido.
-No soy ninguna chivata- contesta Elena. Sabía que eras tú el que me quitaba todas mis cosas y nunca te he delatado.
Pero Daniel ya no la escuchaba. Se había ido corriendo.

Cuando la señorita los llamó para ir a comer, Daniel aún no había regresado y Elena empezó a preocuparse. Seguro que le ha pasado algo, pensó: se habrá perdido o se habrá caido. Tendré que buscarlo yo sola, si se lo digo a la profesora lo castigará por desobiente.
Y Elena empezó a piar muy suavemente, llamando a sus amigos los pájaros, pidiendoles ayuda para encontrar a su amigo Daniel.
Guiada por los pájaros, lo encontró en el fondo de un barranco, llorando porque se había torcido el tobillo al caerse y no podía andar.
-¡Daniel, menos mal que te he encontrado! Estaba muy preocupada.
-¡Elena!, ¿cómo sabías que estaba aquí? Pensé que no me encontrarían.
-Ya te dije que podía hablar con los pájaros. Han sido ellos los que me han dicho dónde estabas.
-Entonces, es verdad. Yo creía que me estabas mintiendo, que te burlabas de mí. Perdóname, no volveré a meterme contigo.
- No pasa nada, Daniel. Pero tendré que ir a buscar ayuda, con lo que pesas no voy a poder llevarte en brazos.

Elena y Daniel rieron felices. Ese pequeño accidente había servido para sellar una bonita amistad.

martes, 27 de noviembre de 2007

La lombriz feliz

Feliciano era una lombriz feliz.
Pasaba el día, cavando y comiendo,
comiendo y cavando.

Un día, un pájaro goloso
así le habló :
Feliciano, ven aquí.
Tengo una cosa para tí.

La lombriz confiada,
al pájaro obedeció
y en su estómago terminó.

Ay, Feliciano,
lombriz feliz eras.
Por ingenuo y confiado,
mira dónde has acabado.

Araña, arañita

Araña, arañita,
¿qué tejes tan bonita?

Una tela que haga de red,
para esa mosca tan revoltosa
poderme comer.

A dieta te quedarás,
dijo la mosca,
pues a esa tela tan fea
no me voy a acercar.

Y la araña, arañita,
sin comida se quedó,
porque la tela a la mosca,
no le gustó.

domingo, 11 de noviembre de 2007

La estrella

Había una vez,
un niño solitario
que todas las noches
mirando al cielo,
pedía un deseo.

Un día, una estrella
del cielo bajó
y en una niña se convirtió.

Siempre seremos amigos,
dijo la niña-estrella.
Tu deseo se cumplió.

Nunca más estarás sólo,
porque yo siempre
estaré junto a tí.

jueves, 1 de noviembre de 2007

La niña triste

Voy a contaros un cuento.

Todos los niños se sentaron alrededor de ella y se callaron. No querían perderse una palabra.

"Había una vez una niña a la que todos llamaban niña triste. Ese no era su verdadero nombre, pero ella no lo recordaba. Tampoco sabía el motivo de su tristeza, pero debía ser muy antiguo pues nadie la había visto sonreir.
No tenía amigos. Los niños se apartaban de su lado porque les transmitía su tristeza y las risas siempre terminaban transformándose en lágrimas.
Un día decidió alejarse del pueblo en el que vivía.Nadie quiere estar conmigo- pensó- estaré mejor en el campo, rodeada por la naturaleza, viviendo como los ermitaños.
Como tenía sed, pues había caminado mucho, se acercó al río para beber y allí se encontró con una hermosa dama. Tenía el cabello largo y negro, adornado con un nenúfar, una hermosa sonrisa y unos ojos que reflejaban una inmensa ternura.
- ¿Qué haces aquí, tan lejos de tu casa, niña triste? - dijo la dama.
- Huir de mi soledad- contestó.
- Ven conmigo y no tendrás que huir más.
La voz de la dama era tan dulce y su mirada tan tierna que la niña triste la obedeció. Juntas se sumergieron en el río.

Una cama apareció ante sus ojos. En ella estaba un viejecito y a sus pies, un niño y una mujer lloraban con profundo pesar.
- No lloreis- les decía el viejecito-no me voy para siempre. En el cielo se encenderá una estrella el día que yo muera. Yo estaré en esa estrella. Cuando os sintáis tristes, asomaros al cielo y hablarle a esa estrella, de alguna manera será como si no me hubiese ido.
La mujer y el niño dejaron de llorar y besaron al viejecito que murió con una sonrisa en los labios.

La imagen desapareció y la oscurida se cernió sobre la niñatriste. Se asustó mucho porque no veía nada y se echó a llorar.
- ¿Por qué lloras?- le preguntó un niño.
- Porque no veo nada y estoy asustada- le contestó.
- Yo tampoco veo nada, soy ciego, pero no por eso estoy triste. Puedo oir piar a los pájaros, sentir como los rayos del sol acarician mi cara. Puedo disfrutar del olor del pan recién hecho, acariciar la hierba mojada...
Soy feliz porque en mi interior no hay oscuridad. Aunque no pueda verlas, puedo sentir las maravillas que me rodean.

El niño se fue y la niña triste recuperó la vista. Pero lo que vio no le gustó nada. Sombras grises la rodeaban. No paraban de gemir y sollozar.
-¿Qué os pasa?- preguntó.
- Todo es gris a nuestro alrededor. No conocemos la alegría, solo la tristeza. Y nadie quiere ayudarnos, todos huyen cuando nos ven.
- Pobrecitas- pensó- Cómo me gustaría poder ayudarlas, pero yo tampoco conozco la alegría. ¿Cómo podría quitarles la tristeza?
Y la niña triste empezó a derramar lágrimas de pesar, pero no por ella sino por los demás. Lágrimas generosas que desterraron el egoísmo de su corazón. Ese mismo egoísmo que le había impedido ser feliz.

Poco a poco una tímida sonrisa se dibujó en su cara.
-Has aprendido mucho- le dijo la hermosa dama- no lo olvides nunca, y sé feliz .

Y así fue.Dejaron de llamarla la niña triste, porque si en alguna ocasión derramaba alguna lágrima, era de felicidad."

Colorín, colorado este cuento se ha acabado.

Todos los niños aplaudieron porque les había gustado mucho la historia de la niña triste.

Un niño pecoso que había estado muy atento, se acercó a la cuentacuentos y le preguntó: ¿la niña triste, eras tú?
-Sí cariño, ésa era yo. Y dándole un beso en la mejilla, desapareció.

viernes, 26 de octubre de 2007

Nana II

A dormir,
mi bebé va a dormir.
A dormir,
mi bebé va a dormir.

Una nana mamá te cantará
y dulces sueños te traerá.

Sueña con angelitos, nubes y flores.
Sueña con un cielo lleno de estrellas
brillando para tí.

A dormir,
mi bebé va a dormir.
A dormir,
mi bebé va a dormir.

El príncipe desengañado

El príncipe a la princesa miraba,
mientras rosas cortaba.
No hay rosa más bella que tú, le dijo.

La princesa al oírlo, lloró
y el principe lleno de amor, quedó.

Mis lágrimas no son de amor,
son de dolor, dijo la princesa.
Pues una espina en mi dedo se clavó.

El príncipe triste y desengañado se quedó,
y de allí se marchó.

Nunca más de la princesa me fiaré,
sus lágrimas son engañosas y hieren
como las espinas de la frágil rosa.

viernes, 5 de octubre de 2007

la Luna y el Tobogán

Noche tras noche la Luna observaba al tobogán, que estaba silencioso y triste porque no había niños jugando con él.

Noche tras noche la Luna pensaba: sería maravilloso jugar con el tobogán. El está solo y yo también. Seguro que nos haríamos amigos.

Una noche la Luna se dedició a hablarle al tobogán: tobogán, ¿puedo jugar contigo?
El tobogán asombrado respondió: claro, pero ¿cómo?. Tú estás ahí arriba y yo aquí abajo.
- Pues bajando, respondió la Luna. Y al momento apareció junto al tobogán.

Se divirtieron tanto, que muchas noches, cuando el tobogán estaba triste, la Luna se escapaba para jugar con él.

jueves, 4 de octubre de 2007

Chuchelandia

Un día como otro cualquiera, en la ciudad de Chuchelandia.
-¡Bajar a desayunar!
-Ya vamos, mamá.

Doña Gominola había preparado el desayuno favorito de Gominolito, un tazón de azúcar con dos gotas de leche, porque hoy era su primer cumpleaños.
- Caray mamá, ¿qué celebramos hoy?, dijo Gominolita.
- Que ya hace un año que Gominolito vino a Chuchelandia- contesta Doña Gominola.
- Quiero más azúcar, mamá - dijo gominolito que era muy goloso.
- Ya tienes bastante, y recoge la mochila que llegarás tarde al colegio.

Gominolito iba todo el camino refunfuñando porque quería más azúcar. Gominolita, harta ya de escuchar a su hermano le dice: si quieres más azúcar, chúpate el dedo.
Y eso hizo. Pero tanto se chupó el dedo que se deshizo. Así probó otro dedo y otro y otro, hasta que ya no le quedaron más.

En el colegio, cuando doña Piruleta dijo: niños, abrir los libros por la página...
Gominolito se echó a llorar. Como no tenía dedos no podía coger los libros. Cuando dijo lo que le había pasado, doña Piruleta que era una maestra muy sensata, llamó enseguida a una ambulancia.
¡Ninooo, Ninooo...!
Todas las chucherías al oir la ambulancia salían de sus casas. ¿Qué habrá pasado?, se preguntaban.
¿Se habrán caido los hijos de doña Galleta, otra vez al río de chocolate?, o ¿se habrá roto don Caramelo? que tiene ya sus años.

-No, es gominolito- dijo don Pirulí, que como vivía al lado del colegio se había enterado de todo- lo llevan a la pastelería para que le repongan los dedos, se le habían desecho de tanto chupar.

¡Este hijo mío!, es demasiado goloso- dijo doña Gominola- lo voy a tener a dieta para que aprenda. ¡Menudo susto!.
Y Gominolito no volvió a comerse el azúcar de sus dedos, pero sí que le robaba un poco de azúcar a su hermana cuando ésta no miraba. Es que seguía siendo muuy goloso.

FIN

jueves, 27 de septiembre de 2007

Nana

No llores mi niño,
que mamá está aquí.
No llores mi niño,
bajará una estrella para tí.

La más bonita,
la que tú quieras.
No llores mi niño,
que mamá está aquí.

Iluminará tus sueños,
se llevará las pesadillas,
velará por tí.

Duérmete mi niño,
que mamá está aquí.
Duérmete mi niño,
bajará una estrella para tí.

La galletita golosa

Galleta, galletita
¿dónde vas tan bonita?

A buscar un tesoro,
un postre que yo adoro.

El río de chocolate encontró
y a él se asomó.

Tanto quiso beber,
que al río terminó por caer.

La galletita llena de chocolate quedó.
Eso por golosa le pasó.

La galletita de verse tan fea,
litros de lágrimas derramó
y del chocolate se desprendió.

Nunca más golosa seré,
y así de chocolate no me llenaré.

El sofá roto

El sofá lloraba
porque roto estaba.

Estos niños traviesos
que solo piensan en jugar,
rompieron el sofá de tanto saltar.

No soy un tobogán
ni tampoco una colchoneta,
soy solo un viejo sofá
que ni para dormir la siesta,
sirve ya.