martes, 11 de diciembre de 2007

Amigos

-Niños, ¡niños!
Todos callaron al instante al oir la voz de la maestra. Todos menos Daniel, que siguió hablando.
-¡Daniel! ¿quieres empezar la semana castigado?
-Sí, señorita.
-Muy bien, hoy te quedarás sin recreo.

Daniel tenía 8 años, era el mayor de la clase ; travieso y desobediente. Era un niño un poco rebelde. Las chicas temían sus burlas, pero los chicos le adoraban, todos querían ser amigos suyos.

-Quiero presentaros a una nueva compañera- dijo la maestra.- Se llama Elena. Démosle un aplauso de bienvenida. Todos aplaudieron excepto Daniel.

Elena era una niña menudita y tímida; el blanco perfecto para las bromas de Daniel.
A Elena cada día le desaparecía algo: una goma, el lápiz, el libro de matemáticas...
Aunque sabía que Daniel era el culpable de todas estas desapariciones, pues lo veía cuchichear y reirse con sus amigos, no le decía nada a la señorita.
Se acercaba a la jaula del periquito que había en clase y luego iba al sitio exacto dónde Daniel había escondido sus cosas. Un tanto enfadada, eso sí.

El día que Elena se fue al lavabo de los chicos a buscar su bolsa de aseo, Daniel, muy enfadado porque sus bromas no tenían el efecto deseado, le preguntó: ¿quién te dice donde escondo tus cosas? Es Carlos, ¿verdad?
-No, no es ninguno de tus amigos. Me lo dice Paquito.
-¿Paquito?
-Sí, el periquito, se llama Paquito. Como no tenía nombre le he puesto como a mi abuelo, contesta Elena.
-Los pájaros no hablan.
-Conmigo, sí. Yo puedo hablar con los pájaros. Es un don que tengo. Ya de pequeña me dí cuenta de que entendía lo que decían.
-Eres una mentirosa, contesta Daniel. Ya averiguaré quien es el chivato. ¡Se va a enterar!

La semana siguiente , toda la clase salió de excursión al monte. Tenían que recoger plantas para el herbolario de la escuela.
Estaban todos muy ilusionados, porque ese día no tendrían que estudiar.
- A ver, niños. Poneos por parejas. Daniel, tú irás con Elena. Como es una niña muy responsable, no se dejará embaucar con tus tonterías. Recordad: no os separeis, no os alejeis demasiado y si teneis algún problema tocad el pito. ¿Lo habeis entendido?
- Sí señorita.

En cuanto perdieron de vista a la profesora, Daniel se soltó de la mano de Elena.
-Recoge tú las plantas, yo me voy a buscar renacuajos.
-Pero Daniel, si no hay charcas por aquí cerca.
-¿Y tú qué sabes?. Ya, te lo han dicho tus amigos los pájaros, ¿verdad?- se burló Quique. Ni se te ocurra decirle a la señorita que me he ido.
-No soy ninguna chivata- contesta Elena. Sabía que eras tú el que me quitaba todas mis cosas y nunca te he delatado.
Pero Daniel ya no la escuchaba. Se había ido corriendo.

Cuando la señorita los llamó para ir a comer, Daniel aún no había regresado y Elena empezó a preocuparse. Seguro que le ha pasado algo, pensó: se habrá perdido o se habrá caido. Tendré que buscarlo yo sola, si se lo digo a la profesora lo castigará por desobiente.
Y Elena empezó a piar muy suavemente, llamando a sus amigos los pájaros, pidiendoles ayuda para encontrar a su amigo Daniel.
Guiada por los pájaros, lo encontró en el fondo de un barranco, llorando porque se había torcido el tobillo al caerse y no podía andar.
-¡Daniel, menos mal que te he encontrado! Estaba muy preocupada.
-¡Elena!, ¿cómo sabías que estaba aquí? Pensé que no me encontrarían.
-Ya te dije que podía hablar con los pájaros. Han sido ellos los que me han dicho dónde estabas.
-Entonces, es verdad. Yo creía que me estabas mintiendo, que te burlabas de mí. Perdóname, no volveré a meterme contigo.
- No pasa nada, Daniel. Pero tendré que ir a buscar ayuda, con lo que pesas no voy a poder llevarte en brazos.

Elena y Daniel rieron felices. Ese pequeño accidente había servido para sellar una bonita amistad.

1 comentario:

Hugo-el-Terrible dijo...

Hola Tali
Por fin me han facilitado la direccion de tu blog y me he deleitado leyendo tus cuentos, que son todos muy dulces y muy bonitos; lo ideal para contarle a un nene a la hora de dormir, aunque me parece que en nuestro caso le tocara al papa leer tus cuentos.
Ya veo que no te has olvidado de nadie y que figuran todos nuestros retoños en tus aventuras. Ahora toca dar el gran paso. A ver cuando te juntas con un buen dibujante y publicais cuentos "de papel"?
Un beso muy gordo desde el otro lado de los montes nevados.