Un día como otro cualquiera, en la ciudad de Chuchelandia.
-¡Bajar a desayunar!
-Ya vamos, mamá.
Doña Gominola había preparado el desayuno favorito de Gominolito, un tazón de azúcar con dos gotas de leche, porque hoy era su primer cumpleaños.
- Caray mamá, ¿qué celebramos hoy?, dijo Gominolita.
- Que ya hace un año que Gominolito vino a Chuchelandia- contesta Doña Gominola.
- Quiero más azúcar, mamá - dijo gominolito que era muy goloso.
- Ya tienes bastante, y recoge la mochila que llegarás tarde al colegio.
Gominolito iba todo el camino refunfuñando porque quería más azúcar. Gominolita, harta ya de escuchar a su hermano le dice: si quieres más azúcar, chúpate el dedo.
Y eso hizo. Pero tanto se chupó el dedo que se deshizo. Así probó otro dedo y otro y otro, hasta que ya no le quedaron más.
En el colegio, cuando doña Piruleta dijo: niños, abrir los libros por la página...
Gominolito se echó a llorar. Como no tenía dedos no podía coger los libros. Cuando dijo lo que le había pasado, doña Piruleta que era una maestra muy sensata, llamó enseguida a una ambulancia.
¡Ninooo, Ninooo...!
Todas las chucherías al oir la ambulancia salían de sus casas. ¿Qué habrá pasado?, se preguntaban.
¿Se habrán caido los hijos de doña Galleta, otra vez al río de chocolate?, o ¿se habrá roto don Caramelo? que tiene ya sus años.
-No, es gominolito- dijo don Pirulí, que como vivía al lado del colegio se había enterado de todo- lo llevan a la pastelería para que le repongan los dedos, se le habían desecho de tanto chupar.
¡Este hijo mío!, es demasiado goloso- dijo doña Gominola- lo voy a tener a dieta para que aprenda. ¡Menudo susto!.
Y Gominolito no volvió a comerse el azúcar de sus dedos, pero sí que le robaba un poco de azúcar a su hermana cuando ésta no miraba. Es que seguía siendo muuy goloso.
FIN
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