Dulce y nívea beluga
mamífero artista
de eterna sonrisa,
flexible cual oruga
de piel suave y lisa,
con su trino saluda
al mar cada día.
Familiar, querida,
polares son las aguas
por las que transita.
Linda beluga,
contigo quiero viajar
y en tu lomo navegar,
el ártico visitar
con el océano soñar.
viernes, 7 de agosto de 2009
domingo, 12 de julio de 2009
JAIME
Despierta, mi niño
abre los ojos
el sol brilla feliz para ti.
Ya no hay ruidos
ni interferencias,
solo voces amigas,
ya no necesitas la burbuja,
rómpela.
Sal, tesoro mío
corre, ven a jugar,
no temas,
el mundo te acoge en sus brazos.
Despierta, mi niño
abre los ojos,
la pesadilla terminó.
abre los ojos
el sol brilla feliz para ti.
Ya no hay ruidos
ni interferencias,
solo voces amigas,
ya no necesitas la burbuja,
rómpela.
Sal, tesoro mío
corre, ven a jugar,
no temas,
el mundo te acoge en sus brazos.
Despierta, mi niño
abre los ojos,
la pesadilla terminó.
JOSE
Constructor de sueños,
espectador de realidades
matemático implacable.
Mi niño dulce,
ternura, abrazos,
tesoro del alma.
El futuro te sonríe
atrápalo,
moldéalo con tu tesón.
Camina seguro por la vida
mi cosita linda,
siempre tendrás cerca
mi amor.
espectador de realidades
matemático implacable.
Mi niño dulce,
ternura, abrazos,
tesoro del alma.
El futuro te sonríe
atrápalo,
moldéalo con tu tesón.
Camina seguro por la vida
mi cosita linda,
siempre tendrás cerca
mi amor.
martes, 7 de julio de 2009
La ovejita perezosa
Beee, beeee, beee, bala la ovejita,
Beee, beeee, me duelen las patitas,
yo no quiero caminar
estoy harta de tanto trepar.
Beee, beeee, beee, vamos hermanita
Beee, beeee, beee, mueve las patitas,
si tú quieres comer, ven
un ratito tendrás que correr.
Pues sin comer me quedaré
ahora quiero descansar,
hacer el vago, dormitar,
al prado no subiré.
La ovejita perezosa
en la ladera quedó
mirando pasar las nubes,
ni un poquito se movió.
Ay, ay, me duele la tripita
ay, necesito comidita,
y aunque rápido trepó,
sin comida se quedó.
Beee, beeee, me duelen las patitas,
yo no quiero caminar
estoy harta de tanto trepar.
Beee, beeee, beee, vamos hermanita
Beee, beeee, beee, mueve las patitas,
si tú quieres comer, ven
un ratito tendrás que correr.
Pues sin comer me quedaré
ahora quiero descansar,
hacer el vago, dormitar,
al prado no subiré.
La ovejita perezosa
en la ladera quedó
mirando pasar las nubes,
ni un poquito se movió.
Ay, ay, me duele la tripita
ay, necesito comidita,
y aunque rápido trepó,
sin comida se quedó.
miércoles, 24 de junio de 2009
Poemas marinos
Delfines y ballenas
nadan, bucean, sueñan
que con sus niños juegan.
****
Algas, corales,
los tritones cantan
las sirenas bailan.
****
Estrella de mar,
si la encuentras
afortunado serás.
****
Hermética, chata
la ostra guarda un tesoro,
lágrimas nácar.
****
Reflejos arco iris,
peces de mil colores
pasean entre las flores.
nadan, bucean, sueñan
que con sus niños juegan.
****
Algas, corales,
los tritones cantan
las sirenas bailan.
****
Estrella de mar,
si la encuentras
afortunado serás.
****
Hermética, chata
la ostra guarda un tesoro,
lágrimas nácar.
****
Reflejos arco iris,
peces de mil colores
pasean entre las flores.
jueves, 11 de junio de 2009
El verano
I
Rumor de olas,
vuelan las gaviotas.
Llegó el verano.
II
Cubos y palas
rastrillos en la arena,
juegos de playa.
III
Bocadillos y postres,
insectos y flores,
merienda en el campo.
IV
El sol calienta,
toallas y bañadores
la piscina despierta.
V
Leche, azúcar,
helados, sabores,
dulces de mil colores.
VI
Se escucha: riing,riing
los niños pedalean
las bicicletas ruedan.
Rumor de olas,
vuelan las gaviotas.
Llegó el verano.
II
Cubos y palas
rastrillos en la arena,
juegos de playa.
III
Bocadillos y postres,
insectos y flores,
merienda en el campo.
IV
El sol calienta,
toallas y bañadores
la piscina despierta.
V
Leche, azúcar,
helados, sabores,
dulces de mil colores.
VI
Se escucha: riing,riing
los niños pedalean
las bicicletas ruedan.
miércoles, 22 de abril de 2009
La niña de la luna
Ven, pequeña, ven
—dijo la luna—
he construido un parque
con toboganes de risas
y columpios de flores.
Ven, pequeña, ven
lindos juegos compartirás
y mil cantos te acompañarán.
La niña despacito se asomó,
y en sus ojos plateados
una gran sonrisa se dibujó.
Ay, mi luna, mi lunita hermosa,
¡cuántas amiguitas para jugar!
Y la niña salió, presurosa
pues en el parque quería estar,
saltar y reír salerosa
y con todos los niños, soñar.
—dijo la luna—
he construido un parque
con toboganes de risas
y columpios de flores.
Ven, pequeña, ven
lindos juegos compartirás
y mil cantos te acompañarán.
La niña despacito se asomó,
y en sus ojos plateados
una gran sonrisa se dibujó.
Ay, mi luna, mi lunita hermosa,
¡cuántas amiguitas para jugar!
Y la niña salió, presurosa
pues en el parque quería estar,
saltar y reír salerosa
y con todos los niños, soñar.
viernes, 3 de abril de 2009
Chincletón
En las proximidades de las fábricas de dulces crece una extraña planta sin tallo, llamada chincletón.
De las raíces crecen directamente las hojas. Son grandes y delgadas, elásticas como la goma y de diversos colores.
Esta planta necesita del azúcar para crecer porque en sus hojas viven unas bacterias llamadas acárides, que se alimentan principalmente de los componentes del azúcar.
Un investigador avispado, llamado Sam Cheiw, descubrió que los niños que vivían en las proximidades de esta planta no tenían caries.
Después de varios mese de investigar su dieta descubrió que la única diferencia consistía en que solían chupar y masticar las hojas de la planta chincletón.
Pensó que había hecho un gran descubrimiento y trabajó las hojas de la planta hasta convertirlas en un dulce muy apetecible para niños y adultos: el chicle.
De las raíces crecen directamente las hojas. Son grandes y delgadas, elásticas como la goma y de diversos colores.
Esta planta necesita del azúcar para crecer porque en sus hojas viven unas bacterias llamadas acárides, que se alimentan principalmente de los componentes del azúcar.
Un investigador avispado, llamado Sam Cheiw, descubrió que los niños que vivían en las proximidades de esta planta no tenían caries.
Después de varios mese de investigar su dieta descubrió que la única diferencia consistía en que solían chupar y masticar las hojas de la planta chincletón.
Pensó que había hecho un gran descubrimiento y trabajó las hojas de la planta hasta convertirlas en un dulce muy apetecible para niños y adultos: el chicle.
miércoles, 25 de marzo de 2009
Sueño agridulce
Estoy en el país del barro.
Personas viscosas de color marrón me persiguen, están muy enfadados porque como no me gustaba la casa que me ofrecieron, la moldee a mi gusto y transformé una vulgar choza en un maravilloso velero.
Cuando lo vieron empezaron a gritar.
Algunas mujeres incluso se desmayaron, decían algo de que venía el fin del mundo en forma de diluvio universal.
Tengo mucho miedo, si me cogen me torturarán rompiendo lápices en mi cabeza. Y eso duele muchísimo.
Corro sin mirar por donde voy y caigo en el interior de un bote de cristal. No puedo salir y si me descubren, pobre de mí.
Los hombres de barro se acercan con los lápices en la mano.
Estoy tan asustada que me pongo a cantar, pero lo hago tan mal, que empiezan a llover miles y miles de caramelos.
Los hombres de barro huyen asustados, odian los caramelos tanto como el agua.
Me pongo a comer y a comer.
Engordo tanto, que el tarro de cristal se rompe.
Me subo a un caramelo de violeta y me alejo volando de allí.
Aterrizo en el país de las magdalenas donde me reciben con honores.
Necesitaban el caramelo de violeta para poder fabricar la harina que hace engordar a las magdalenitas.
—Eres nuestra salvadora —me dice la reina Magdalena—. Ahora plantaremos el caramelo y tendremos un jardín de violetas. Nuestras magdalenitas ya no pasarán hambre.
—Quiero quedarme a vivir aquí— le contesto— me gustan mucho las magdalenas con sabor a caramelo. Yo cuidaré de las violetas.
Y así, en una dulce plantación, transcurre mi vida soñada. Algún día despertaré, o quizá no. ¿Quién me lo puede decir?
Personas viscosas de color marrón me persiguen, están muy enfadados porque como no me gustaba la casa que me ofrecieron, la moldee a mi gusto y transformé una vulgar choza en un maravilloso velero.
Cuando lo vieron empezaron a gritar.
Algunas mujeres incluso se desmayaron, decían algo de que venía el fin del mundo en forma de diluvio universal.
Tengo mucho miedo, si me cogen me torturarán rompiendo lápices en mi cabeza. Y eso duele muchísimo.
Corro sin mirar por donde voy y caigo en el interior de un bote de cristal. No puedo salir y si me descubren, pobre de mí.
Los hombres de barro se acercan con los lápices en la mano.
Estoy tan asustada que me pongo a cantar, pero lo hago tan mal, que empiezan a llover miles y miles de caramelos.
Los hombres de barro huyen asustados, odian los caramelos tanto como el agua.
Me pongo a comer y a comer.
Engordo tanto, que el tarro de cristal se rompe.
Me subo a un caramelo de violeta y me alejo volando de allí.
Aterrizo en el país de las magdalenas donde me reciben con honores.
Necesitaban el caramelo de violeta para poder fabricar la harina que hace engordar a las magdalenitas.
—Eres nuestra salvadora —me dice la reina Magdalena—. Ahora plantaremos el caramelo y tendremos un jardín de violetas. Nuestras magdalenitas ya no pasarán hambre.
—Quiero quedarme a vivir aquí— le contesto— me gustan mucho las magdalenas con sabor a caramelo. Yo cuidaré de las violetas.
Y así, en una dulce plantación, transcurre mi vida soñada. Algún día despertaré, o quizá no. ¿Quién me lo puede decir?
lunes, 23 de marzo de 2009
El circo
I
Penachos y plumas
caballos y cabriolas,
las amazonas saludan.
II
Los acróbatas vuelan
saltos sin red,
en el alambre sueñan.
III
Aros multicolor
bolas de mano en mano,
malabaristas son.
IV
Los niños ríen
suenan aplausos,
los payasos sonríen.
Penachos y plumas
caballos y cabriolas,
las amazonas saludan.
II
Los acróbatas vuelan
saltos sin red,
en el alambre sueñan.
III
Aros multicolor
bolas de mano en mano,
malabaristas son.
IV
Los niños ríen
suenan aplausos,
los payasos sonríen.
sábado, 28 de febrero de 2009
Hada Azul
Todas las mañanas después de desayunar, Larissa bajaba a la playa y hablaba con las olas.
Se sentaba a observar el azul del mar y soñaba con encontrar una flor de ese color.
Decía que era el color más lindo del mundo, porque era el color del cielo y el color del mar. Y siempre llevaba una prenda azul; un lazo, una camiseta, las zapatillas…
En el colegio la conocían por el sobrenombre de: la niña azul.
Se acercaba su cumpleaños y Larissa estaba muy emocionada. Tenía un deseo secreto muy especial.
—Quiero convertirme en un hada. Solo por un día, quiero ser un hada azul— le confesó al mar esa mañana—. ¿Crees que se cumplirá si apago todas las velas de mi tarta de
cumpleaños?
Una ola bañó sus pies en respuesta a su pregunta.
—Eso es un sí— rió Larissa.
Y muy contenta se fue al colegio.
Al día siguiente a su cumpleaños, como todas las mañanas, Larissa bajó a la playa y allí se encontró una preciosa flor de color azul. Era una orquídea con los pétalos azul marino y el tallo color celeste.
—¡Qué bonita es! Gracias—exclamó con lágrimas en los ojos. Y besó la flor.
Una ola la cubrió por completo, y cuando se retiró, Larissa se había vuelto pequeña como un ratón y tenía dos preciosas alas azules en su espalda.
Su deseo se había cumplido, era un hada azul.
—Cuando el sol se ponga, volverás a ser una niña— susurraron las olas.
—Muy bien. Gracias, gracias.
Y Larissa alzó el vuelo, riendo muy feliz.
Si dos personas peleaban, Larissa rozaba sus rostros y en seguida alguna prenda se volvía de color azul y dejaban de pelear.
Veía un niño que estaba triste y besaba sus cabellos, que se volvían azules y el niño sonreía feliz.
Allí donde se posaba, se volvía de color azul; tejados, sillas, coches….
La ciudad respiraba paz y alegría y Larissa era el hada más feliz del mundo.
Vio un prado lleno de malas hierbas y se sentó a descansar un poco. Volar también cansaba mucho, aunque no tanto como correr, claro.
—Este prado quedaría precioso lleno de flores azules— pensó.
Y rozó con sus alas todos los matojos.
En unos minutos, el prado estaba lleno de cientos de flores azules de todo tipo: tulipanes, rosas, margaritas, lirios….
Y en el centro del campo, una preciosa orquídea de pétalos azul marino y tallo celeste.
El sol ya quería irse a dormir así que el hada azul, alzó el vuelo por última vez, observando la ciudad teñida de azul, y regresó ala playa donde una ola la cubrió por completo.
El hada azul volvió a ser la niña Larissa, dulce y soñadora, con una orquídea azul reinando en su corazón.
Se sentaba a observar el azul del mar y soñaba con encontrar una flor de ese color.
Decía que era el color más lindo del mundo, porque era el color del cielo y el color del mar. Y siempre llevaba una prenda azul; un lazo, una camiseta, las zapatillas…
En el colegio la conocían por el sobrenombre de: la niña azul.
Se acercaba su cumpleaños y Larissa estaba muy emocionada. Tenía un deseo secreto muy especial.
—Quiero convertirme en un hada. Solo por un día, quiero ser un hada azul— le confesó al mar esa mañana—. ¿Crees que se cumplirá si apago todas las velas de mi tarta de
cumpleaños?
Una ola bañó sus pies en respuesta a su pregunta.
—Eso es un sí— rió Larissa.
Y muy contenta se fue al colegio.
Al día siguiente a su cumpleaños, como todas las mañanas, Larissa bajó a la playa y allí se encontró una preciosa flor de color azul. Era una orquídea con los pétalos azul marino y el tallo color celeste.
—¡Qué bonita es! Gracias—exclamó con lágrimas en los ojos. Y besó la flor.
Una ola la cubrió por completo, y cuando se retiró, Larissa se había vuelto pequeña como un ratón y tenía dos preciosas alas azules en su espalda.
Su deseo se había cumplido, era un hada azul.
—Cuando el sol se ponga, volverás a ser una niña— susurraron las olas.
—Muy bien. Gracias, gracias.
Y Larissa alzó el vuelo, riendo muy feliz.
Si dos personas peleaban, Larissa rozaba sus rostros y en seguida alguna prenda se volvía de color azul y dejaban de pelear.
Veía un niño que estaba triste y besaba sus cabellos, que se volvían azules y el niño sonreía feliz.
Allí donde se posaba, se volvía de color azul; tejados, sillas, coches….
La ciudad respiraba paz y alegría y Larissa era el hada más feliz del mundo.
Vio un prado lleno de malas hierbas y se sentó a descansar un poco. Volar también cansaba mucho, aunque no tanto como correr, claro.
—Este prado quedaría precioso lleno de flores azules— pensó.
Y rozó con sus alas todos los matojos.
En unos minutos, el prado estaba lleno de cientos de flores azules de todo tipo: tulipanes, rosas, margaritas, lirios….
Y en el centro del campo, una preciosa orquídea de pétalos azul marino y tallo celeste.
El sol ya quería irse a dormir así que el hada azul, alzó el vuelo por última vez, observando la ciudad teñida de azul, y regresó ala playa donde una ola la cubrió por completo.
El hada azul volvió a ser la niña Larissa, dulce y soñadora, con una orquídea azul reinando en su corazón.
jueves, 5 de febrero de 2009
El abuelo Alvaro
Aura corría por el andén.
Estaba muy nerviosa y feliz porque su abuelo llegaba hoy. Seguro que tendría alguna historia interesante para contar.
-¡Ya llega, ya llega! - gritó cuando vio entrar al tren en la estación.
Un hombre fornido, de semblante amable y gran sonrisa, se apeó del tren y la tomó entre sus brazos.
-¡Mi pequeña Aura, mi princesita! -exclamó el abuelo Alvaro -. Cuánto has crecido. A ver , a ver...yo diría que unos 20 cm.
- ¿Cómo lo sabes, abuelo?. ¿Eres mago?
- No, Aura - contestó su padre-. Siempre le escribo al abuelo contándole tus progresos.
- Vaya. -contestó Aura, enfurruñada
- ¿Estás decepcionada?
- Un poco, abuelo. Además, estoy enfadada con el sol. No ha querido venir a saludarte.
- Eso es porque está celoso de tu hermoso pelo dorado. Pero no se lo digas a nadie, es un secreto.- dijo el abuelo riéndose de la ocurrencia de su nieta.
Pero Aura, muy orgullosa por lo que le había dicho su abuelo, les contó a sus padres que el sol se había escondido porque tenía celos.
-Abuelo, cuéntame tu última aventura - pidió en cuanto llegaron a casa.
- Ahora, no. Esta noche, cuando vaya a arroparte -contestó.
-La última vez, Aura tuvo pesadillas, abuelo Alvaro. Tiene que tener cuidado con las historias que le cuenta a la niña -dijo su mamá.
El abuelo Alvaro se entristeció un poco al oir éso.
-No pensé que te afectaría tanto mi historia del león gigante que estuvo a punto de devorarme. Lo siento, princesa.
-No te preocupes, abuelo. Ahora ya soy mayor. Tengo cinco años. Mira, todos estos dedos.
Y Aura extendió su manita para demostrarle a su abuelo que ya tenía suficientes años como para no asustarse con sus historias. Pero él seguía triste y callado, asi que empezó a hacerle cosquillas.
-¡Para, para!. Tú ganas. Te contaré mi última aventura.
Aura rió feliz. Las cosquillas eran el punto débil del abuelo y ella lo sabía.
- Y ahora... ¡tachán!. Mi regalo.
- ¡Un rifle! Cómo los de verdad. Abuelo, te quiero. ¡Papá , mamá!, mirad que me ha regalado el abuelo.
-Así podrás defenderme cuando me ataque algún animal salvaje. Aunque sea en sueños -dijo, mientras le guiñaba un ojo.
Esa noche, Aura no protestó cuando le llegó la hora de irse a dormir.
-Toc, toc, se puede.
-Pasa abuelo. Cuéntame tu aventura. Ya no puedo esperar más.
- Muy bien. Te voy a contar la historia de como logré escapar de la tribu de los Bongo-Bongo. Se llama así porque atraen a los cazadores que se acercan por sus tierras, con el sonido de los bongos.
-¿Qué son los bongos, abuelo? -No llegué a verlos. Pero cuando los escuchas, sientes unos deseos enormes de acercarte al lugar de donde procede su música.
-¿Cómo cuando mamá prepara galletas? Se que no debo comerlas antes de que se enfríen, pero huelen tan bien, que no puedo resistirlo.
-Algo así, pequeña- rió el abuelo.
Su música me atrajo hasta el poblado. Allí dos guerrreros me ataron, y me colocaron dentro de una enorme olla. Iba a ser su almuerzo. Tenía que pensar rápido. Afortunadamente, la música había parado y ya no me afectaba su hechizo. Empecé a rascarme. Primero despacio, pero al ver que no me miraban, empecé a rascarme más rápido y a quejarme.
-Ay, ay. ¡Cómo me pica!. Es insoportable.
Al escuchar mis gritos, el jefe de la tribu se acercó a ver que me pasaba.
- Por favor, dejarme marchar. Tengo la enfermedad del pica-pica. Si no encuentro pronto el antídoto me moriré.
-Y a nosotros, qué - contestó el jefe- por si no te habías dado cuenta íbamos a cocinarte.
-Si me comeis, contraeréis la enfermedad. Sólo con tocarte ya te he contagiado.
Y cogí la mano del jefe colocándole una de mis pulgas.
-¿Pulgas, abuelo?
- Sì. Siempre vienen conmigo. Mira- dijo el abuelo, enseñándole un frasquito lleno de pulgas saltarinas.
La pulga empezó a picar al jefe. Este, asustado porque creía que le había contagiado, ordenó que me soltaran.
-¿Dónde se encuentra ese antídoto? - preguntó.
-Detrás de esa montaña. Allí hay un riachuelo. Con un poco de su agua y otro poco de tierra se forma un barro especial que si te lo pones por todo el cuerpo, te cura en unos minutos.
El jefe, que seguía rascándose ordenó a varios de sus guerreros que me acompañasen a conseguir ese barro medicinal. Pero nadie se atrevía a acercarse a mí, por miedo al contagio. El jefe estaba furioso. Pero como él también se rascaba, todos le huían. Así que cuando ví que no me vigilaban, escapé.
- ¿Te ha gustado, Aura?
- Sí. Pero, ¿qué le pasó al jefe de la tribu de los Bongo-Bongo, abuelo?. Me da pena, pobrecito.
Casi se come a tu abuelo, Aura.
- Ya, pero tiene que ser horrible no poder parar de rascarse.
- No te preocupes, cariño. Mis pulgas son pequeñas, se cansan pronto de picar.
- Me alegro. - dijo Aura. Y empezó a bostezar.
- A dormir. Dulces sueños, mi princesa.
-¿Mañana te veré, abuelo?
-No, cariño. Mañana no estaré aquí. Pero volveré el año que viene, te lo prometo.
Y dándole un beso, desapareció. Tenía que visitar a más niños para contarles sus aventuras y llevarles aquel regalo tan deseado.
Estaba muy nerviosa y feliz porque su abuelo llegaba hoy. Seguro que tendría alguna historia interesante para contar.
-¡Ya llega, ya llega! - gritó cuando vio entrar al tren en la estación.
Un hombre fornido, de semblante amable y gran sonrisa, se apeó del tren y la tomó entre sus brazos.
-¡Mi pequeña Aura, mi princesita! -exclamó el abuelo Alvaro -. Cuánto has crecido. A ver , a ver...yo diría que unos 20 cm.
- ¿Cómo lo sabes, abuelo?. ¿Eres mago?
- No, Aura - contestó su padre-. Siempre le escribo al abuelo contándole tus progresos.
- Vaya. -contestó Aura, enfurruñada
- ¿Estás decepcionada?
- Un poco, abuelo. Además, estoy enfadada con el sol. No ha querido venir a saludarte.
- Eso es porque está celoso de tu hermoso pelo dorado. Pero no se lo digas a nadie, es un secreto.- dijo el abuelo riéndose de la ocurrencia de su nieta.
Pero Aura, muy orgullosa por lo que le había dicho su abuelo, les contó a sus padres que el sol se había escondido porque tenía celos.
-Abuelo, cuéntame tu última aventura - pidió en cuanto llegaron a casa.
- Ahora, no. Esta noche, cuando vaya a arroparte -contestó.
-La última vez, Aura tuvo pesadillas, abuelo Alvaro. Tiene que tener cuidado con las historias que le cuenta a la niña -dijo su mamá.
El abuelo Alvaro se entristeció un poco al oir éso.
-No pensé que te afectaría tanto mi historia del león gigante que estuvo a punto de devorarme. Lo siento, princesa.
-No te preocupes, abuelo. Ahora ya soy mayor. Tengo cinco años. Mira, todos estos dedos.
Y Aura extendió su manita para demostrarle a su abuelo que ya tenía suficientes años como para no asustarse con sus historias. Pero él seguía triste y callado, asi que empezó a hacerle cosquillas.
-¡Para, para!. Tú ganas. Te contaré mi última aventura.
Aura rió feliz. Las cosquillas eran el punto débil del abuelo y ella lo sabía.
- Y ahora... ¡tachán!. Mi regalo.
- ¡Un rifle! Cómo los de verdad. Abuelo, te quiero. ¡Papá , mamá!, mirad que me ha regalado el abuelo.
-Así podrás defenderme cuando me ataque algún animal salvaje. Aunque sea en sueños -dijo, mientras le guiñaba un ojo.
Esa noche, Aura no protestó cuando le llegó la hora de irse a dormir.
-Toc, toc, se puede.
-Pasa abuelo. Cuéntame tu aventura. Ya no puedo esperar más.
- Muy bien. Te voy a contar la historia de como logré escapar de la tribu de los Bongo-Bongo. Se llama así porque atraen a los cazadores que se acercan por sus tierras, con el sonido de los bongos.
-¿Qué son los bongos, abuelo? -No llegué a verlos. Pero cuando los escuchas, sientes unos deseos enormes de acercarte al lugar de donde procede su música.
-¿Cómo cuando mamá prepara galletas? Se que no debo comerlas antes de que se enfríen, pero huelen tan bien, que no puedo resistirlo.
-Algo así, pequeña- rió el abuelo.
Su música me atrajo hasta el poblado. Allí dos guerrreros me ataron, y me colocaron dentro de una enorme olla. Iba a ser su almuerzo. Tenía que pensar rápido. Afortunadamente, la música había parado y ya no me afectaba su hechizo. Empecé a rascarme. Primero despacio, pero al ver que no me miraban, empecé a rascarme más rápido y a quejarme.
-Ay, ay. ¡Cómo me pica!. Es insoportable.
Al escuchar mis gritos, el jefe de la tribu se acercó a ver que me pasaba.
- Por favor, dejarme marchar. Tengo la enfermedad del pica-pica. Si no encuentro pronto el antídoto me moriré.
-Y a nosotros, qué - contestó el jefe- por si no te habías dado cuenta íbamos a cocinarte.
-Si me comeis, contraeréis la enfermedad. Sólo con tocarte ya te he contagiado.
Y cogí la mano del jefe colocándole una de mis pulgas.
-¿Pulgas, abuelo?
- Sì. Siempre vienen conmigo. Mira- dijo el abuelo, enseñándole un frasquito lleno de pulgas saltarinas.
La pulga empezó a picar al jefe. Este, asustado porque creía que le había contagiado, ordenó que me soltaran.
-¿Dónde se encuentra ese antídoto? - preguntó.
-Detrás de esa montaña. Allí hay un riachuelo. Con un poco de su agua y otro poco de tierra se forma un barro especial que si te lo pones por todo el cuerpo, te cura en unos minutos.
El jefe, que seguía rascándose ordenó a varios de sus guerreros que me acompañasen a conseguir ese barro medicinal. Pero nadie se atrevía a acercarse a mí, por miedo al contagio. El jefe estaba furioso. Pero como él también se rascaba, todos le huían. Así que cuando ví que no me vigilaban, escapé.
- ¿Te ha gustado, Aura?
- Sí. Pero, ¿qué le pasó al jefe de la tribu de los Bongo-Bongo, abuelo?. Me da pena, pobrecito.
Casi se come a tu abuelo, Aura.
- Ya, pero tiene que ser horrible no poder parar de rascarse.
- No te preocupes, cariño. Mis pulgas son pequeñas, se cansan pronto de picar.
- Me alegro. - dijo Aura. Y empezó a bostezar.
- A dormir. Dulces sueños, mi princesa.
-¿Mañana te veré, abuelo?
-No, cariño. Mañana no estaré aquí. Pero volveré el año que viene, te lo prometo.
Y dándole un beso, desapareció. Tenía que visitar a más niños para contarles sus aventuras y llevarles aquel regalo tan deseado.
lunes, 2 de febrero de 2009
El Cuco del rey
Todos se habían marchado. Primero los Milanos, después los alimoches seguidos de los alcaudones y vencejos. Hasta los ruiseñores habían alzado el vuelo rumbo al sur huyendo del frío. No quedaba un pájaro de importancia en todo el territorio. Si la autoestima y respetabilidad eran parte de la vara con que se medía el momento exacto para iniciar la aventura, sin duda alguna esta recaía en las especies migratorias. Había llegado la hora de hacer las maletas y marchar. No quedó un solo pájaro en la ciudad. Excepto aquella diminuta figura con cola de barrendero atrapada dentro de la jaula de hierro colado que colgaba en la ventana de la casa verde. Todo las mozas que por allí pasaban le preguntaban: “Cuco del Rey, rabo de escoba, ¿Cuántos años quedan para mi boda? u otras más viejas de carnes o de carácter más tétrico con voz ronca le susurraban al pájaro: “Cuco del Rey, rabo de fierro, ¿Cuántos años quedan para mi entierro?
Había llegado a Oviedo al principio del verano y el olor a pan horneado la guió hasta la ventana de la cocina de aquella casa de paredes verdes y balcones rojos. Allí comió migas, rosquillas y también maíz de las manos suaves de la niña que la atrapó cuando picoteaba sobre la mesa. Ahora terminaba el verano y ella continuaba encerrada en una jaula de exquisito diseño, sola y triste, de cuando en cuando, meneando su cola de barrendero.
Su casa de hierro no era del todo fea y aunque no le permitiese extender sus alas ella soñaba con volar a través de las rejas hacia el azul del cielo. Una pequeña puerta en forma de arco era la única salida pero siempre estaba cerrada. No había cerrojo, sólo un pasador atravesado con un viejo lápiz impedía que se abriera. Un viejo y usado lápiz sin punta que ahora servía de traba con muy buen sentido de su propósito.Era la última noche de verano y Cuco del Rey sabía que todas las aves surcaban el cielo estrellado rumbo al sur. De pronto le pareció oír un leve sonido como si alguien se limpiara la garganta: ejem, ejem.Que sorpresa cuando descubrió que el ejem, ejem procedía del lápiz atragantado en las aldabas.
—¿Estas tratando de decirme algo?-preguntó Cuco del Rey.
Una pequeña ventana se abrió en la madera del lápiz cerca de la goma de borrar y una aun más pequeña carita se asomó para mirar al pájaro.
—Estaba pensando—respondió, que tu a esta hora ya deberías estar llegando a las islas del Caribe y que siendo ya de noche descansarías sobre una palma de coco o un árbol de tamarindo o quizás un roble.
—¿Cómo sabes tanto si tan solo eres un lápiz sin punta con un duende de inquilino?
—Estoy hecho de madera y aunque viejo y sin punta, una vez fui parte de un árbol que creció en las islas del caribe hasta que lo cortaron y de sus astillas me convirtieron en lápiz como a muchos otros. Ya ves como los lápices también emigran, mírame a mí, yo he llegado hasta España y ahora sirvo de cerrojo para un ave extraña con cola de barrendero. Pero se me ocurre que quizás entre los dos pudiésemos encontrar la felicidad otra vez.
—¿La felicidad?—replicó perplejo Cuco del Rey. La felicidad es volar y volar hasta encontrar una isla en el sol sobre un mar azul que bañe las arenas blancas de una playa pobladas de caracoles y cangrejos. La felicidad es estar donde uno pertenece, donde está tu familia y tus amigos.
—Pues está en tus alas el encontrar el camino— afirmó el viejo lápiz. Si me llevas en tu pico yo te sacaré de tu jaula.
Volaron toda la noche y todo el día siguiente y al atardecer del tercer día una brisa caliente y una docena de Cucos del Rey se unieron al vuelo del pájaro y su viejo lápiz.
Hoy un Cuco del Rey salta de árbol en árbol depositando sus huevitos en los nidos de otros pájaros como es la costumbre de estas aves migratorias y un viejo lápiz sin punta se mece en la hamaca colgada entre dos cocoteros que crecen en una playa de arenas blancas donde las olas lamen caracoles y cangrejos con su blanca espuma.
Marco Antonio
Había llegado a Oviedo al principio del verano y el olor a pan horneado la guió hasta la ventana de la cocina de aquella casa de paredes verdes y balcones rojos. Allí comió migas, rosquillas y también maíz de las manos suaves de la niña que la atrapó cuando picoteaba sobre la mesa. Ahora terminaba el verano y ella continuaba encerrada en una jaula de exquisito diseño, sola y triste, de cuando en cuando, meneando su cola de barrendero.
Su casa de hierro no era del todo fea y aunque no le permitiese extender sus alas ella soñaba con volar a través de las rejas hacia el azul del cielo. Una pequeña puerta en forma de arco era la única salida pero siempre estaba cerrada. No había cerrojo, sólo un pasador atravesado con un viejo lápiz impedía que se abriera. Un viejo y usado lápiz sin punta que ahora servía de traba con muy buen sentido de su propósito.Era la última noche de verano y Cuco del Rey sabía que todas las aves surcaban el cielo estrellado rumbo al sur. De pronto le pareció oír un leve sonido como si alguien se limpiara la garganta: ejem, ejem.Que sorpresa cuando descubrió que el ejem, ejem procedía del lápiz atragantado en las aldabas.
—¿Estas tratando de decirme algo?-preguntó Cuco del Rey.
Una pequeña ventana se abrió en la madera del lápiz cerca de la goma de borrar y una aun más pequeña carita se asomó para mirar al pájaro.
—Estaba pensando—respondió, que tu a esta hora ya deberías estar llegando a las islas del Caribe y que siendo ya de noche descansarías sobre una palma de coco o un árbol de tamarindo o quizás un roble.
—¿Cómo sabes tanto si tan solo eres un lápiz sin punta con un duende de inquilino?
—Estoy hecho de madera y aunque viejo y sin punta, una vez fui parte de un árbol que creció en las islas del caribe hasta que lo cortaron y de sus astillas me convirtieron en lápiz como a muchos otros. Ya ves como los lápices también emigran, mírame a mí, yo he llegado hasta España y ahora sirvo de cerrojo para un ave extraña con cola de barrendero. Pero se me ocurre que quizás entre los dos pudiésemos encontrar la felicidad otra vez.
—¿La felicidad?—replicó perplejo Cuco del Rey. La felicidad es volar y volar hasta encontrar una isla en el sol sobre un mar azul que bañe las arenas blancas de una playa pobladas de caracoles y cangrejos. La felicidad es estar donde uno pertenece, donde está tu familia y tus amigos.
—Pues está en tus alas el encontrar el camino— afirmó el viejo lápiz. Si me llevas en tu pico yo te sacaré de tu jaula.
Volaron toda la noche y todo el día siguiente y al atardecer del tercer día una brisa caliente y una docena de Cucos del Rey se unieron al vuelo del pájaro y su viejo lápiz.
Hoy un Cuco del Rey salta de árbol en árbol depositando sus huevitos en los nidos de otros pájaros como es la costumbre de estas aves migratorias y un viejo lápiz sin punta se mece en la hamaca colgada entre dos cocoteros que crecen en una playa de arenas blancas donde las olas lamen caracoles y cangrejos con su blanca espuma.
Marco Antonio
sábado, 17 de enero de 2009
Nana para Jose
Duerme, mi niño
duerme, feliz.
Un angelito
velará por tí.
Por las noches
a tu vera estará
vigilando tus sueños
y tus deseos de felicidad.
Duerme, mi niño
duerme, feliz.
Un angelito
velará por tí.
Echará a tus pesadillas
para que nunca más
perturben tus sueños.
Duerme, mi niño
duerme, feliz.
Un angelito
velará por tí.
duerme, feliz.
Un angelito
velará por tí.
Por las noches
a tu vera estará
vigilando tus sueños
y tus deseos de felicidad.
Duerme, mi niño
duerme, feliz.
Un angelito
velará por tí.
Echará a tus pesadillas
para que nunca más
perturben tus sueños.
Duerme, mi niño
duerme, feliz.
Un angelito
velará por tí.
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