Había una vez, un mono al que no le gustaban los cacahuetes, se llamaba Ernie y a él lo que le gustaban eran las nueces.
Ernie era una pequeño mono muy gracioso, que vivía en el zoo con su familia.
A los niños les encantaban sus "monerías", y siempre le tiraban cachuetes. Esto le molestaba mucho a Ernie porque no le gustaban, y además, les tenía alergia.
Su madre le decía: tienes que comerte los cacahuetes, hijo. Los niños se pondrán tristes si no lo haces.
Y Ernie, que era un monito muy obediente, se los comía. Pero enseguida empezaba a estornudar y estornudar.
Tanto estornudaba, que los ojos y la nariz se le hinchaban y se le ponían rojos como un tomate. Así que cuando los niños tiraban cacahuetes, se escondía para no tener que comérselos.
Lo que de verdad le gustaba a este monito tan particular eran las nueces. Las adoraba.
-Mamá, yo quiero comer nueces -decía.
-Pero, Ernie, los monos no comen nueces.
-Claro que sí. Los monos comemos de todo y las nueces están riquíisimas.
-Ay, hijo. ¡Qué raro eres!¿Y se puede saber cuándo has probado tú las nueces? -preguntó su mamá.
-Un día a un niño se le cayeron de una bolsa, unas cosas redondas y marrones. Y me dijo: monito, dame las nueces. No me gustó que me llamara "monito", así que no se las dí.
-¿Y qué hiciste con ellas?
-Me comí lo que llevaban dentro. Si el niño las quería, seguro que estaba bueno. Ya no me quedan más, y quiero más.
-Pues lo siento, hijo, pero nosotros no tenemos nueces.
Pasaron los días y Ernie no podía pensar en otra cosa que no fueran las nueces. Hasta soñaba con ellas. Así que una mañana, se armó de valor y fue a hablar con el león.
-Señor león. ¿Usted come nueces? -le preguntó.
-Claro que no. ¿Por quién me has tomado? Yo solo como carne. Soy un animal carnívoro -le contestó, muy enfadado.
Y Ernie, se marchó de allí muy triste. El creía que esa melena tan preciosa se debía a que comía muchas nueces.
Hablaré con los delfines. Son inteligentes y nadan muy bien. Seguro que ellos sí que comen nueces, pensó.
-Señor delfín. ¿Podría darme alguna nuez? Me gustan mucho.
-Ji,ji, ji -rió el delfín- nosotros no comemos nueces, pequeño. Los delfines comemos pescado. Habla con la jirafa, ella es un animal herbívoro.
Y se zambulló en el agua, a contarle a sus amigos, la ocurrencia de este pequeño mono.
Ernie no había oido esa palabra en su vida, pero se fue a hablar con la jirafa.
-Señora jirafa. ¿Usted es un animal herbívoro?
-Sí, como frutas y verduras- contestó.
-Entonces comerá nueces. ¿Me daría unas pocas?
-Pero pequeño, ¿cómo voy a comer nueces con lo duras que están? Yo como hojas tiernas y sabrosas.
-Las nueces muy tiernas no son, pero sí sabrosas. Y yo quiero -dijo Ernie, llorando pues veía que no volvería a comerlas.
-No llores,pequeño. Mira, con este cuello tan largo que tengo, puedo ver lo que ocurre en el zoo. Y algunos días he visto al cuidador comiendo nueces. Habla con él.
-Gracias señora jirafa -dijo Ernie, muy contento.
Y se fue a buscar al cuidador.
Esperó paciente a que terminara sus tareas, y cuando ya se iba a casa le preguntó: ¿señor cuidador, usted come nueces?
-¿Qué has dicho, pequeño? -preguntó el cuidador que no terminaba de creer lo que estaba escuchando.
-Que si usted come nueces.
-Pues sí. Yo como de todo. Nueces, pescado, carne, verdura....
Ernie empezó a dar saltos d ealegría. Por fin había encontradao a alguien que comiera nueces.
-¿Y usted me daría unas pocas? Es que me gustan mucho.
-Pero los monos no comen nueces -contestó el cuidador.
-Yo sí. ¿me daría unas pocas, por favor? -insistió Ernie.
-Claro, pero si me prometes que no comerás solo nueces.
-Lo prometo, lo prometo.
Ahora Ernie es un monito feliz, porque puede comer cuantas nueces quiera. Eso sí, siempre que pruebe otro tipo de alimentos.
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
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