Feliciano era una lombriz feliz.
Pasaba el día, cavando y comiendo,
comiendo y cavando.
Un día, un pájaro goloso
así le habló :
Feliciano, ven aquí.
Tengo una cosa para tí.
La lombriz confiada,
al pájaro obedeció
y en su estómago terminó.
Ay, Feliciano,
lombriz feliz eras.
Por ingenuo y confiado,
mira dónde has acabado.
martes, 27 de noviembre de 2007
Araña, arañita
Araña, arañita,
¿qué tejes tan bonita?
Una tela que haga de red,
para esa mosca tan revoltosa
poderme comer.
A dieta te quedarás,
dijo la mosca,
pues a esa tela tan fea
no me voy a acercar.
Y la araña, arañita,
sin comida se quedó,
porque la tela a la mosca,
no le gustó.
¿qué tejes tan bonita?
Una tela que haga de red,
para esa mosca tan revoltosa
poderme comer.
A dieta te quedarás,
dijo la mosca,
pues a esa tela tan fea
no me voy a acercar.
Y la araña, arañita,
sin comida se quedó,
porque la tela a la mosca,
no le gustó.
domingo, 11 de noviembre de 2007
La estrella
Había una vez,
un niño solitario
que todas las noches
mirando al cielo,
pedía un deseo.
Un día, una estrella
del cielo bajó
y en una niña se convirtió.
Siempre seremos amigos,
dijo la niña-estrella.
Tu deseo se cumplió.
Nunca más estarás sólo,
porque yo siempre
estaré junto a tí.
un niño solitario
que todas las noches
mirando al cielo,
pedía un deseo.
Un día, una estrella
del cielo bajó
y en una niña se convirtió.
Siempre seremos amigos,
dijo la niña-estrella.
Tu deseo se cumplió.
Nunca más estarás sólo,
porque yo siempre
estaré junto a tí.
jueves, 1 de noviembre de 2007
La niña triste
Voy a contaros un cuento.
Todos los niños se sentaron alrededor de ella y se callaron. No querían perderse una palabra.
"Había una vez una niña a la que todos llamaban niña triste. Ese no era su verdadero nombre, pero ella no lo recordaba. Tampoco sabía el motivo de su tristeza, pero debía ser muy antiguo pues nadie la había visto sonreir.
No tenía amigos. Los niños se apartaban de su lado porque les transmitía su tristeza y las risas siempre terminaban transformándose en lágrimas.
Un día decidió alejarse del pueblo en el que vivía.Nadie quiere estar conmigo- pensó- estaré mejor en el campo, rodeada por la naturaleza, viviendo como los ermitaños.
Como tenía sed, pues había caminado mucho, se acercó al río para beber y allí se encontró con una hermosa dama. Tenía el cabello largo y negro, adornado con un nenúfar, una hermosa sonrisa y unos ojos que reflejaban una inmensa ternura.
- ¿Qué haces aquí, tan lejos de tu casa, niña triste? - dijo la dama.
- Huir de mi soledad- contestó.
- Ven conmigo y no tendrás que huir más.
La voz de la dama era tan dulce y su mirada tan tierna que la niña triste la obedeció. Juntas se sumergieron en el río.
Una cama apareció ante sus ojos. En ella estaba un viejecito y a sus pies, un niño y una mujer lloraban con profundo pesar.
- No lloreis- les decía el viejecito-no me voy para siempre. En el cielo se encenderá una estrella el día que yo muera. Yo estaré en esa estrella. Cuando os sintáis tristes, asomaros al cielo y hablarle a esa estrella, de alguna manera será como si no me hubiese ido.
La mujer y el niño dejaron de llorar y besaron al viejecito que murió con una sonrisa en los labios.
La imagen desapareció y la oscurida se cernió sobre la niñatriste. Se asustó mucho porque no veía nada y se echó a llorar.
- ¿Por qué lloras?- le preguntó un niño.
- Porque no veo nada y estoy asustada- le contestó.
- Yo tampoco veo nada, soy ciego, pero no por eso estoy triste. Puedo oir piar a los pájaros, sentir como los rayos del sol acarician mi cara. Puedo disfrutar del olor del pan recién hecho, acariciar la hierba mojada...
Soy feliz porque en mi interior no hay oscuridad. Aunque no pueda verlas, puedo sentir las maravillas que me rodean.
El niño se fue y la niña triste recuperó la vista. Pero lo que vio no le gustó nada. Sombras grises la rodeaban. No paraban de gemir y sollozar.
-¿Qué os pasa?- preguntó.
- Todo es gris a nuestro alrededor. No conocemos la alegría, solo la tristeza. Y nadie quiere ayudarnos, todos huyen cuando nos ven.
- Pobrecitas- pensó- Cómo me gustaría poder ayudarlas, pero yo tampoco conozco la alegría. ¿Cómo podría quitarles la tristeza?
Y la niña triste empezó a derramar lágrimas de pesar, pero no por ella sino por los demás. Lágrimas generosas que desterraron el egoísmo de su corazón. Ese mismo egoísmo que le había impedido ser feliz.
Poco a poco una tímida sonrisa se dibujó en su cara.
-Has aprendido mucho- le dijo la hermosa dama- no lo olvides nunca, y sé feliz .
Y así fue.Dejaron de llamarla la niña triste, porque si en alguna ocasión derramaba alguna lágrima, era de felicidad."
Colorín, colorado este cuento se ha acabado.
Todos los niños aplaudieron porque les había gustado mucho la historia de la niña triste.
Un niño pecoso que había estado muy atento, se acercó a la cuentacuentos y le preguntó: ¿la niña triste, eras tú?
-Sí cariño, ésa era yo. Y dándole un beso en la mejilla, desapareció.
Todos los niños se sentaron alrededor de ella y se callaron. No querían perderse una palabra.
"Había una vez una niña a la que todos llamaban niña triste. Ese no era su verdadero nombre, pero ella no lo recordaba. Tampoco sabía el motivo de su tristeza, pero debía ser muy antiguo pues nadie la había visto sonreir.
No tenía amigos. Los niños se apartaban de su lado porque les transmitía su tristeza y las risas siempre terminaban transformándose en lágrimas.
Un día decidió alejarse del pueblo en el que vivía.Nadie quiere estar conmigo- pensó- estaré mejor en el campo, rodeada por la naturaleza, viviendo como los ermitaños.
Como tenía sed, pues había caminado mucho, se acercó al río para beber y allí se encontró con una hermosa dama. Tenía el cabello largo y negro, adornado con un nenúfar, una hermosa sonrisa y unos ojos que reflejaban una inmensa ternura.
- ¿Qué haces aquí, tan lejos de tu casa, niña triste? - dijo la dama.
- Huir de mi soledad- contestó.
- Ven conmigo y no tendrás que huir más.
La voz de la dama era tan dulce y su mirada tan tierna que la niña triste la obedeció. Juntas se sumergieron en el río.
Una cama apareció ante sus ojos. En ella estaba un viejecito y a sus pies, un niño y una mujer lloraban con profundo pesar.
- No lloreis- les decía el viejecito-no me voy para siempre. En el cielo se encenderá una estrella el día que yo muera. Yo estaré en esa estrella. Cuando os sintáis tristes, asomaros al cielo y hablarle a esa estrella, de alguna manera será como si no me hubiese ido.
La mujer y el niño dejaron de llorar y besaron al viejecito que murió con una sonrisa en los labios.
La imagen desapareció y la oscurida se cernió sobre la niñatriste. Se asustó mucho porque no veía nada y se echó a llorar.
- ¿Por qué lloras?- le preguntó un niño.
- Porque no veo nada y estoy asustada- le contestó.
- Yo tampoco veo nada, soy ciego, pero no por eso estoy triste. Puedo oir piar a los pájaros, sentir como los rayos del sol acarician mi cara. Puedo disfrutar del olor del pan recién hecho, acariciar la hierba mojada...
Soy feliz porque en mi interior no hay oscuridad. Aunque no pueda verlas, puedo sentir las maravillas que me rodean.
El niño se fue y la niña triste recuperó la vista. Pero lo que vio no le gustó nada. Sombras grises la rodeaban. No paraban de gemir y sollozar.
-¿Qué os pasa?- preguntó.
- Todo es gris a nuestro alrededor. No conocemos la alegría, solo la tristeza. Y nadie quiere ayudarnos, todos huyen cuando nos ven.
- Pobrecitas- pensó- Cómo me gustaría poder ayudarlas, pero yo tampoco conozco la alegría. ¿Cómo podría quitarles la tristeza?
Y la niña triste empezó a derramar lágrimas de pesar, pero no por ella sino por los demás. Lágrimas generosas que desterraron el egoísmo de su corazón. Ese mismo egoísmo que le había impedido ser feliz.
Poco a poco una tímida sonrisa se dibujó en su cara.
-Has aprendido mucho- le dijo la hermosa dama- no lo olvides nunca, y sé feliz .
Y así fue.Dejaron de llamarla la niña triste, porque si en alguna ocasión derramaba alguna lágrima, era de felicidad."
Colorín, colorado este cuento se ha acabado.
Todos los niños aplaudieron porque les había gustado mucho la historia de la niña triste.
Un niño pecoso que había estado muy atento, se acercó a la cuentacuentos y le preguntó: ¿la niña triste, eras tú?
-Sí cariño, ésa era yo. Y dándole un beso en la mejilla, desapareció.
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