Un hermoso día de Invierno caían multitud de copos de nieve, sobre la ciudad.
Estrellas blancas que cubrían calles y tejados.
Una niña reía feliz en el parque al sentir la caricia de la nieve sobre su cara.
Alargó su manita deseando atrapar una de esas estrellas para conservar junto a ella ese tesoro blanco. Los copos de nieve resbalaban entre sus dedos, y ella seguía riendo y bailando feliz.
¡Había tantos!
La niña entonó una canción:
Venid, copos de nieve, venid.
Cubridme, estrellitas blancas.
Quiero ser como vosotras,
quiero ser una niña de nieve.
Una niña de nieve quiero ser.
Su deseo fue escuchado, y mientras la niña giraba y cantaba esa canción, un remolino de nieve la cubrió conviertiéndola en una estrella blanca.
Le pidió al viento que soplara fuerte porque quería viajar, y el viento así lo hizo.
Cuando sientas que un copo de nieve roza tu mejilla, es la niña que quiere regalarte un beso. Y cuando sientas que suenan campanillas en tu interior al ver nevar, es ella que ríe feliz porque está junto a su amor, la Nieve.
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